Pedro y Rafaela invirtieron todos sus ahorros para hacerse una casita con un local en la planta baja en el barrio de Can Puiggener y, en 1957, abrieron allí su pequeño negocio. En la panadería de los Valero todos los miembros de la familia trabajaban unidos y casi siempre había una luz encendida.
Bien pronto, de madrugada, se encendía la luz del obrador, donde Pedro, su hijo Pepe y su hermano, Titi, pasaban la noche amasando y cociendo el pan, tan enamorados del oficio como cuando Pedro lo descubrió en la panadería de su hermana.
Y, antes de que saliera el sol, se encendía la luz de la tienda, donde Rafaela vendía este pan para que todo el vecindario pudiera disfrutarlo. En los desayunos de los niños, en los bocadillos de los trabajadores... El pan de los Valero se iba haciendo un lugar en las comidas y en las vidas de los vecinos.